Blancas Meigas (IV)

La meiga Lola aún respiraba, Flora la había depositado sobre unas hojas recogidas del día anterior antes de que su marido la descubriera.

Lola despertó con los aullidos de los lobos y algún gallo despistado de la zona. Se levanto ayudándose de unas herramientas de trabajo que había apoyadas junto a la pared de madera. Y como pudo; se fue por donde vino, sin que nadie la oyera, la viera o la sintiera.

Flora había recurrido a la magia negra por avaricia y competitividad; por curiosidad e ignorancia. Pero quizás no todo sea lo que parece, pues esa noche un secreto le fue desvelado. Recibió visita de las hadas, estas le susurraron entre caricias de risas y plumas de ángel.

- Flora, no te preocupes, no es lo que parece. La meiga Lola te ha engañado y no has cometido ningún mal. Si no ella.



Las hadas esa noche le explicaron cual era la verdad.
La meiga Lola no era una ingenua ni mucho menos, era una persona astuta. Había hecho uso en su vida de ambas magias y sabía muy bien lo que se hacía. Era consciente de que nuestra víctima Flora iba a faltar a la promesa y caer en la tentación.

La meiga, antecediéndose a esta situación, hizo lo que una persona avara y mezquina hubiera hecho. Engañar al ingenuo y darle una lección pero sacando el justo provecho para sí. El pequeño saquito que le dio a la dulce Flora; era falso. No multiplicaba sus dones por diez, si no era un hechizo maligno que robaba los dones de la víctima.

La intención de la meiga Lola no era enseñar a su novata, en el viaje de la vida si no robarla sus poderes.

Tal era el engaño propio que asumía Lola que estaba convencida de que hacía una buena acción a Flora. Pero las hadas y todas aquellas criaturas de luz sabían que hasta la propia meiga Lola, se equivocaba. Ella era una victima de los dones más negativos que tiene la raza humana. Era una victima si misma.

Casilda esta asomada al ventanuco del cobertizo, los primeros rayos de sol se extienden hacia el infinito. La bruma comienza a perderse con el rocío de la mañana. El olor a hierba, hojas y tierra húmeda anuncia que ha llovido con fuerza en la noche.

Hoy es el gran día y noche de luna llena, hacía justo 28 días que no se veían las tres amigas o hermanas de sangre. Ahora ellas tenían mucho que contarse y aunque no tenían todo lo necesario para hacer sus recetas, eso no era lo importante.



Llega la noche y con el un manto de estrellas y una gran luna asomando tras el monte del Cuervo.

Rosa y Casilda esperan ansiosas a Flora. Se miran la una a la otra y se cogen de las manos, pegan brinquitos de alegría. Comienza escuchar a lo lejos el galopar de los caballos del Alcalde, el marido de Flora.

Una vez detenido el coche de caballos, se abre la puerta derecha y baja Flora con prisa. Lleva el mismo traje verde que en el encuentro con las hadas. Pero hoy lleva un manto negro en sus hombros.

Al encuentro se fundieron en un gran abrazo y Flora les desveló su más intimo secreto. Con las mejillas sonrojadas y el aliento frío dice:

- Siento haberos metido en este lío, pero debéis ayudarme. Necesito hermanas que nos unamos más que nunca, para intentar recuperar mis dones que aún no los he desarrollado ni siquiera he averiguado aún cuales son y ya me los han robado. Por favor hermanas no me digáis que no.

Rosa muy sorprendida exclama:

- ¿Cómo puedes ponernos en duda Flora?. Te ayudaremos en lo que haga falta pero antes debemos saber que hacer. Porque nosotras seremos tres pero desconocemos por completo lo que es capaz de hacer esa usurera de Lola.

Casilda muy indignada coge de la mano a Flora y se la lleva al pecho y con una voz estranguladora le dice mirándola fijamente a los ojos:

- Flora, tengo un presentimiento. No creo que la meiga Lola nos supere en nada, al revés por eso quería tus dones porque somos más fuertes. Quizás las hadas puedan ayudarnos a encontrar una manera, sin arriesgarnos del todo. Tengo fe hermanita, pero si algo tu me has enseñado es a ser prudente y hemos de estudiar primero toda la situación, sin prisas.
Tengo una idea vayamos a ladera del Hielo del monte, hoy hay luna llena, justo sale la luna por la ladera y hay luz como para subir. Creo que podremos tener suerte y encontrar a las luciérnagas o hadas por ahí.

Rosa y Flora no dan crédito de lo que dice Casilda, pues saben bien que tiene un miedo especial a esa zona. Pero tenía sentido lo que decía y ella era la mejor prediciendo. Así que sin mediar palabra se dirigieron a la ladera con un pequeño candil, pidiéndole antes al chofer que las esperara abajo.